
Vamos a ver, si pensabas que Tesla era el caballero blanco de la movilidad sostenible, prepárate para una buena hostia de realidad. Resulta que la marca de coches eléctricos, mientras nos da lecciones de ecología desde su trono en Silicon Valley, ha estado presionando al gobierno británico para que los coches de gasolina y diésel sean más caros. Eso sí, no porque quieran reducir emisiones, sino para que esos ingresos extras sirvan para financiar descuentos en coches eléctricos. Vamos, un Robin Hood inverso: robar a los que ya van justos para darle a los que pueden permitirse un Model Y.
Paga más por tu térmico y financia el Tesla de otro

Según los documentos filtrados (porque estas cosas nunca se cuentan en voz alta), Tesla planteó un modelo “neutral en ingresos” al gobierno británico. Traducido al cristiano: cada comprador de un coche de combustión interna tendría que apoquinar un sobrecoste adicional, ya sea en impuestos al combustible o directamente al comprar el coche. ¿La razón? Recaudar para que otros puedan disfrutar de un descuento en coches eléctricos. ¡Ole tus placas solares! Porque, claro, lo suyo es que el que no llega a fin de mes por pagar la gasolina también subvencione el capricho eléctrico de otro.
Por si esto fuera poco, esta propuesta se alinea con las normativas del Reino Unido, que exigen que el 22% de las ventas de coches sean de emisiones cero. Si no, a los fabricantes les cae un multazo de 15.000 libras por cada coche que no cumpla. El problema: el mercado no da la talla, y Tesla, que ya tiene camino hecho, se frota las manos mientras sus competidores se ahogan en multas y restricciones.
Elon Musk, el maestro del doble rasero
Y aquí llega el plot twist que ni en un culebrón venezolano. Ocho días después de que Tesla pasara su propuesta al gobierno británico, Elon Musk sale a decir públicamente que deberían eliminarse todos los subsidios a los coches eléctricos. ¡Todos! Sí, el mismo Musk que ha amasado millones gracias a los créditos de emisiones en mercados como California y Europa. Vamos, como el futbolista que pide que prohíban las tarjetas después de haberse librado de tres expulsiones seguidas. Esto ya no es ironía; esto es una clase maestra de cinismo empresarial.
De parques móviles verdes a chatarrerías rodantes

Pasemos a los otros grandes protagonistas de esta tragicomedia: los gobiernos europeos. Estos están tan obsesionados con parecer ecológicos que han perdido completamente de vista la realidad de sus ciudadanos. Cada vez que imponen restricciones a los coches de combustión sin ofrecer alternativas viables, y condenan a la clase media a mantener sus viejas chatarras térmicas hasta que ya no puedan ni pasar la ITV. Al paso que vamos, los europeos vamos a acabar con un parque móvil como el de Cuba: coches viejos, contaminantes y remendados con cinta americana y rezos a la virgen del Pilar.
Mientras los políticos sueñan con ciudades llenas de Tesla y cargadores ultrarrápidos en cada esquina, ignoran algo básico: los europeos necesitan coches asequibles. Y no solo para comprarlos, sino para mantenerlos y usarlos. Porque, seamos claros, la infraestructura de carga actual es un chiste de mal gusto. Intentar cargar un eléctrico en muchas zonas de Europa es como buscar un enchufe en mitad del desierto, y buena suerte si tienes huevos de dejar el coche cargando en la calle en un barrio obrero.
Entre la espada de Tesla y la pared del gobierno

Los coches eléctricos son el futuro, sí, pero esta transición no puede hacerse a costa de quienes dependen de los coches térmicos porque no tienen otra opción. La propuesta de Tesla y la desconexión total de los gobiernos europeos no hacen más que aumentar la brecha entre quienes pueden permitirse un futuro sostenible y quienes no.
Si queremos que esta transición funcione, necesitamos algo más que postureo ecológico y medidas punitivas. Necesitamos sentido común y soluciones realistas. Porque un coche eléctrico que solo unos pocos pueden pagar no es sostenible, y un continente lleno de chatarra rodante tampoco. Así que, mientras Tesla y los gobiernos nos venden su versión de la utopía, los demás seguiremos esperando, con nuestras viejas glorias térmicas a que alguien proponga algo que de verdad funcione.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.