Introducción: un viejo continente con ideas aún más viejas
Aquí en Miana Motor nos encanta sacarle los colores a las políticas de la Unión Europea. Y es que, a veces, parece que se sacan las ideas de una tómbola en lugar de un plan serio. Hoy, vamos a echar un vistazo a cómo Europa, con su típica pachorra burocrática y su convicción de ser aún una potencia mundial, se ha tirado de cabeza a la piscina de los eléctricos, sin pararse a pensar si el agua está lo suficientemente caliente o siquiera si hay agua.
El espejismo de la autonomía energética
La Unión Europea, en un intento por convertirse en el gigante verde de la sostenibilidad, ha decretado que para 2035 los coches de combustión interna serán piezas de museo.
Pero este plan choca con una realidad más dura que el pan de hace tres días: nos falta infraestructura, recursos y, aparentemente, sentido común. Sin litio, cobalto y níquel, nuestros sueños eléctricos podrían acabar siendo solo eso, sueños que por desgracia pueden terminar en pesadilla para el ciudadano de a pie.
Por ejemplo, la producción de litio en Europa es casi inexistente, con la mayoría del mineral siendo importado desde países como Chile y Australia, lo que nos deja en una posición vulnerable y dependiente.
La dependencia humillante
Mientras en Bruselas se huelen sus propios pedos, nuestra dependencia de materiales críticos, que vienen principalmente de China, es tan evidente que hasta un niño de preescolar podría ver el problema. China está jugando al Monopoly con los recursos globales y controla más del 80% de la cadena de suministro (Lo cual es legítimo).
Mientras tanto, nosotros en Europa estamos más atados que un toro en un rodeo texano. Esta dependencia se vio claramente cuando, durante las tensiones comerciales con China, los precios de estos materiales esenciales se dispararon y afectaron directamente a los fabricantes europeos.
La farsa de NorthVolt y otros despropósitos
Y no olvidemos el melodrama de NorthVolt, ese proyecto que iba a ser nuestra salvación y ahora parece más un agujero negro de recursos y esperanzas. Con cientos de millones ya gastados, este proyecto es un testimonio de nuestra incapacidad para competir en la liga de las baterías sin pedir ayuda externa. A pesar de las grandes promesas, NorthVolt ha enfrentado retrasos significativos y problemas de financiación, lo que ha llevado a cuestionar la viabilidad de su ambición de rivalizar con gigantes asiáticos como CATL.
Las alternativas ignoradas: e-fuels, hidrógeno y electrificación ligera
Nos hemos emperrado de tal forma en esta loca carrera hacia la electrificación, que parece que hemos olvidado que hay más sabores en el menú.
Los e-fuels, el hidrógeno y la electrificación ligera son como esos platos de toda la vida que funcionan pero nadie quiere pedir porque no están de moda (el clásico “culo veo, culo quiero”).
Es una pena, porque estas tecnologías podrían ser menos dependientes de los caprichos de la geopolítica y más amigables con nuestra infraestructura actual, que no está preparada para soportar una electrificación total. Por ejemplo, los e-fuels, que se pueden producir utilizando energía renovable y captura de carbono, ofrecen una manera de reducir emisiones sin necesidad de cambiar toda la flota vehicular existente.
El coste prohibitivo de desconectarse la realidad
El precio de los vehículos eléctricos sigue siendo tan alto que ni siquiera los más entusiastas pueden justificarlo sin hacer malabares financieros.
La infraestructura de carga es tan escasa que encontrar una estación que funcione es como buscar un oasis en el desierto. En ciudades como Roma o Barcelona, los conductores de vehículos eléctricos a menudo tienen que hacer colas extensas para poder cargar sus coches, lo que añade una capa de frustración y hace que muchos se replanteen la viabilidad de la transición eléctrica.
El dilema de la infraestructura de carga
Hablando de infraestructura, la situación actual de las estaciones de carga en Europa es comparable a un chiste malo.
Los conductores de vehículos eléctricos necesitan planificar sus rutas como si fueran estrategas militares, asegurándose de que cada parada no se convierta en una misión de supervivencia por culpa de una red insuficiente que para colmo, suele estar inoperativa.
La falta de estaciones de carga rápida en rutas clave, como la que conecta Berlín con Praga, es solo un ejemplo de cómo la infraestructura actual no está a la altura de las necesidades de los conductores.
La política energética y el juego de tronos europeo
La política energética europea parece a menudo un episodio de “Juego de Tronos”, donde cada líder juega sus cartas en secreto mientras espera sacar provecho sin mirar el bien común.
Esta falta de coordinación y visión a largo plazo solo complica más el panorama y hace que la transición energética sea más un laberinto burocrático que un camino claro hacia el futuro.
La reciente disputa entre Francia y Alemania sobre los estándares de emisiones es un claro ejemplo de cómo los intereses nacionales también pueden socavar los esfuerzos colectivos.
El impacto en la industria automotriz
La industria automotriz europea, un gigante que alguna vez dominó con mano firme, ahora parece titubear ante los cambios.
Las marcas de coches tradicionales luchan por reinventarse, mientras que los nuevos competidores del mercado eléctrico, como Tesla, les adelantan por la derecha como si estuvieran en una pista de carreras, y no es enteramente culpa de los fabricantes, porque esta transición forzada hacia la electrificación ha dejado a muchos preguntándose si estamos sacrificando la innovación real por cumplir con mandatos políticos apresurados.
La lenta respuesta de marcas históricas como Volkswagen y Renault a adaptarse a las nuevas realidades del mercado ha sido criticada tanto por consumidores como por analistas, pero, ¿Qué se puede hacer cuando las órdenes de la UE son más comparables a las de un mono borracho que a las de un comité de expertos en el tema con la mente amueblada?
Conclusiones: ¿a dónde va Europa con el volante roto?
En Miana Motor seguimos mirando con una ceja levantada al estilo Vetinari cómo Europa intenta controlar el futuro de la movilidad con un volante que parece no tener dirección. Las buenas intenciones están muy bien, pero sin un plan realista terminaremos estampados.
Así que, queridos lectores, sigamos cuestionando a esos burócratas que, desde sus cómodos despachos, pretenden dictar cómo debemos movernos sin considerar los baches en el camino, porque para colmo, muchos de ellos ni siquiera conducen.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.