Esta mañana os contábamos cómo Carlos Tavares deja Stellantis, y la realidad ha resultado ser más dramática que nuestras analogías con John Wick. Según Car Magazine, el “retiro voluntario” ha sido en realidad un cese inmediato tras un conflicto en la cúpula directiva que huele peor que un Multipla tras la DANA de Valencia.
Los números no mienten (y esta vez le han disparado a él)
La obsesión por la rentabilidad, que tanto le caracterizaba, acabó siendo su talón de Aquiles. Stellantis ha admitido que entregará 200.000 vehículos menos de lo previsto en Norteamérica, provocando una caída del margen de beneficio del 13% al 5.5-7%. Para alguien que construyó su imperio sobre hojas de Excel, este hostión ha sido más duro que un control de emisiones sorpresa.
La última batalla perdida
Antes de su salida, Carlos Tavares intentó una última jugada de su manual: una reorganización ejecutiva que se llevó por delante al jefe de operaciones en EE.UU., la directora financiera global y el responsable de Europa. Pero esta vez, la estrategia del “cost-killer” le ha salido tan mal como intentar aparcar un SUV en el centro de Madrid.
El precio de la eficiencia de Carlos Tavares
La ironía es que los problemas que mencionábamos esta mañana sobre la estandarización y la pérdida de identidad de marca han pasado factura más rápido de lo esperado. Y es que vender un Dodge Hornet con logo de Alfa Romeo por 12.000 dólares más (el Hornet parte de $32.995 mientras que el Tonale arranca en $44.590) es como intentar vender un iPhone con carcasa de Gucci por el doble de precio: al final el cliente se da cuenta de que por dentro es exactamente el mismo teléfono.
El mercado americano, que tradicionalmente valora la autenticidad por encima del marketing, ha respondido de la única manera posible: dejando los Tonale cogiendo polvo en los concesionarios mientras se pregunta por qué cojones debería pagar un extra por el mismo coche con acento italiano.
El futuro inmediato
Stellantis se enfrenta ahora a una tormenta perfecta: la crisis de ventas en EE.UU., los desafíos de electrificación que tanto preocupaban a Carlos Tavares, y un consejo de administración más peleado que la familia en nochebuena. La pregunta ya no es solo quién ocupará el sillón del CEO, sino cómo equilibrará el nuevo líder la necesidad de mantener los márgenes sin sacrificar la esencia de las marcas.
Conclusión: la eficiencia no es suficiente
La salida de Carlos Tavares demuestra que incluso el ejecutivo más metódico puede caer víctima de su propia filosofía. Su legado en Stellantis sin embargo, es importante: un gigante automovilístico rentable pero enfrentado a desafíos que ya no se pueden resolver solo con recortes de costes y PowerPoints creativos.
La industria automotriz europea pierde a uno de sus ejecutivos más influyentes, y ahora más que nunca, necesitará encontrar un equilibrio entre la rentabilidad y la preservación de lo que hace especial a cada marca. Lo que está claro es que el próximo que se siente en el despacho de Carlos Tavares en Stellantis va a tener que ser más mago que David Copperfield para sacar coches premium de una chistera llena de piezas del montón.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.