Cuando pensamos en Aston Martin, solemos imaginarnos a James Bond conduciendo un elegante DB5, eliminando villanos con gadgets imposibles. Pero el Aston Martin Vulcan no es elegante, ni sutil, ni tiene botones para lanzar misiles (aunque debería). Es más bien como el primo desbocado que solo aparece en bodas para dar espectáculo. ¿Quieres glamour? Sigue buscando. ¿Quieres potencia? Sigue leyendo.
Diseñado para machacar circuitos, no para pasear
El Aston Martin Vulcan no entiende de semáforos ni atascos; fue creado exclusivamente para el circuito. ¿Y qué significa esto? Que si quieres bajarte a por pan con él, lo llevas crudo (o muy multado). Estamos hablando de una máquina con 820 caballos de potencia y un motor V12 atmosférico de 7.0 litros, diseñado con la única intención de reventar cronos y oídos por igual. No hay turbo, no hay híbridos. Aquí todo es gasolina y músculo. Si te preocupas por la eficiencia energética, el Vulcan probablemente te cause una úlcera.
Este coloso británico entrega su potencia de una forma tan directa que incluso los más experimentados lo describen como una experiencia “intimidante”. Traducido: o sabes lo que haces o acabas aparcado en la grava.
El precio de la exclusividad: La entrada al club Vulcan
Que quede claro desde el principio: si te preguntas cuánto cuesta un Aston Martin Vulcan, seguramente no eres su público. En su lanzamiento en 2015, se vendió por 2.3 millones de euros. Y ojo, eso sin contar que no puedes circular por la calle con él. Pero Aston Martin, siempre atento con su clientela VIP, incluyó en el precio un detallito: cursos de conducción personalizados.
Sí, antes de que te den las llaves (o lo que sea que usen para arrancar semejante monstruo), te enseñan a no matarte con él. Esto incluye acceso a simuladores, sesiones en circuito con pilotos profesionales y, probablemente, un psicólogo para asimilar que has gastado más en este coche que en muchas casas juntas.
Un diseño de ciencia ficción (literalmente)
Mirar el Aston Martin Vulcan es como contemplar una nave alienígena que ha aterrizado en un circuito. Carrocería completamente en fibra de carbono, alerones que parecen salidos de Star Wars y un splitter frontal que amenaza con devorarte si te acercas demasiado. Aquí, cada línea y cada curva tienen una función: maximizar la aerodinámica. ¿Bonito? Por supuesto. Pero también práctico. Bueno, práctico para dar vueltas en Nürburgring; para cargar la compra, no tanto.
El Vulcan genera un downforce (agarre aerodinámico) que lo mantiene pegado al suelo incluso cuando va a toda pastilla. Aston Martin asegura que produce más fuerza aerodinámica que algunos coches de competición de Le Mans. Y con ese dato te dejamos, porque no sabemos muy bien cómo procesarlo tampoco.
La joya del mecánico: Tecnología y brutalidad
La verdadera magia del Aston Martin Vulcan está en sus entrañas. La base del coche es un chasis monocasco de fibra de carbono, obra de Multimatic, la misma gente que ayudó a Ford a crear el GT. Este chasis es ligero, rígido y lo suficientemente resistente como para soportar los 820 caballos sin pestañear.
El sistema de frenos es otro nivel. Aston Martin confió en Brembo, quienes instalaron discos cerámicos de carbono que podrían frenar un tren bala. La caja de cambios, una secuencial de seis velocidades, ofrece cambios tan rápidos que no tendrás tiempo ni de pestañear antes de llegar a la siguiente curva.
¿Y los neumáticos? Michelin tuvo que diseñar un juego específico para el Vulcan. Sí, hasta las ruedas son únicas. Lo único que le falta a este coche es un botón para transformar el alerón en alas y echar a volar.
Más que un coche, una experiencia
Aston Martin sabía que el Vulcan no era para cualquiera. Por eso, además de limitar la producción a solo 24 unidades, decidieron ofrecer una experiencia completa. Esto incluye sesiones de entrenamiento con pilotos profesionales y acceso a circuitos exclusivos. ¿El objetivo? Que los propietarios aprendieran a pilotar su coche sin destrozarlo (ni destrozarse).
Incluso con todas estas precauciones, el Vulcan sigue siendo una máquina brutal que requiere de manos expertas. No compras un Vulcan para dar paseos. Lo compras porque quieres un coche que te exija, te desafíe y, si te descuidas, te humille.
¿Matriculable? Solo para los más atrevidos
Aunque nació para el circuito, algunos propietarios quisieron convertir su Vulcan en algo “legal”. Esto fue posible gracias a RML Group, una empresa británica especializada en adaptaciones extremas. Pero claro, matricular un coche así es como intentar domesticar a un león. Lo puedes intentar, pero todos sabemos que no es su hábitat natural.
Además, seamos sinceros: conducir un Vulcan por la calle sería como usar un Stradivarius para tocar reguetón. Se puede, pero no debería.
¿Rivales? Muy pocos
El Aston Martin Vulcan pertenece a un club muy selecto de coches hiperdeportivos de circuito. Entre sus rivales están bestias como el Ferrari FXX K y el McLaren P1 GTR, pero el Vulcan tiene algo que lo hace único. Mientras sus competidores apuestan por la tecnología híbrida y toneladas de asistencias electrónicas, el Vulcan es purista. Aquí no hay trucos, solo potencia bruta y un diseño aerodinámico para domarla.
Conclusión: ¿Un capricho o un mito?
El Aston Martin Vulcan no es un coche; es una declaración de amor al exceso, una obra de arte que combina diseño, ingeniería y un poco de locura. Es el tipo de máquina que no necesita excusas ni explicaciones. ¿Es práctico? No. ¿Es caro? Sí. ¿Es absolutamente espectacular? También.
Y aquí va el refrán que mejor lo define: “Para gustos, los colores; pero para sueños, el Aston Martin Vulcan”. Si alguna vez tienes la oportunidad de verlo (o, milagrosamente, pilotarlo), no lo dudes. Este coche no es para cualquiera, pero para quienes lo entienden, es simplemente perfecto.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.