Si hay algo que caracteriza al Grupo Volkswagen es su afición por los experimentos tecnológicos, y en 2015 nos sorprendieron con un ejercicio de ingeniería que hoy cobra más sentido que nunca: el Audi R8 e-tron. Un coche que, como veremos, fue víctima de haber nacido antes de tiempo.
Más que un Audi R8 enchufado
Cuando Audi nos presentó el Audi R8 e-tron, muchos pensamos que era simplemente un Audi R8 al que le habían quitado el V10 para meter unas baterías. Pero nada más lejos de la realidad. Los de Ingolstadt desarrollaron el Audi R8 e-tron a la vez que el R8 convencional y el R8 LMS de competición. Vamos, que nació siendo un coche eléctrico de verdad, no un apaño.
Tecnología para dar y tomar
El Audi R8 e-tron demostró ser un festín tecnológico en nuestras manos. Para empezar, montaba unos muelles de GFRP (polímero reforzado con fibra de vidrio) que pesaban un 40% menos que los convencionales. La cara de asombro que pusimos al conocer este dato solo fue superada cuando descubrimos que su chasis Multimaterial Space Frame incorporaba elementos de CFRP que lo hacían 23 kilos más ligero que el del R8 Coupé.
Unos números electrizantes
Vayamos a lo que nos gusta: las cifras. El Audi R8 e-tron montaba dos motores eléctricos que desarrollaban 280 kW (unos 380 CV) y un par brutal de 820 Nm. ¿El resultado? Se iba de 0 a 100 en 4,2 segundos. No estamos hablando de cifras actuales, recordemos que esto era en 2015, cuando la mayoría de los eléctricos aún andaban en pañales.
La autonomía del Audi R8 e-tron superaba los 215 kilómetros, que para la época y siendo un deportivo nos pareció más que respetable, y aquí viene lo bueno: podía recuperar energía en frenada hasta 0,45g. Traducido al cristiano, recuperaba más energía frenando que la mayoría de eléctricos que probamos hoy en día.
Un adelantado a su tiempo
El Audi R8 e-tron nos recordó a esas películas de ciencia ficción que acaban prediciendo el futuro (No por nada Audi aparecía en Minority Report). Su sistema de gestión térmica con bomba de calor multifuente es algo que ahora vemos en casi todos los eléctricos premium. Y cuando hablamos de su gestión de la aerodinámica y el peso, nos encontramos ante soluciones que hoy son habituales, pero que en 2015 parecían sacadas de la NASA.
El precio de ser un pionero
Como todo pionero, el Audi R8 e-tron pagó el precio de abrir camino. Su precio de 1 millón de euros (sí, lo hemos tenido que escribir dos veces para creérnoslo) y el momento del mercado que salía de una crisis profunda, hicieron que solo se vendieran unas pocas unidades. Pero atención: no lo consideramos un fracaso, sino una inversión en conocimiento que hoy vemos reflejada en coches como el Audi e-tron GT.
El legado del Audi R8 e-tron
Si tuviéramos que comparar el Audi R8 e-tron con algo, sería con ese alumno brillante que nadie entendía en su momento. Sus soluciones técnicas han acabado siendo el ABC de los deportivos eléctricos actuales. La gestión térmica, el uso de materiales ligeros, la recuperación de energía… todo eso que ahora nos parece normal, el Audi R8 e-tron lo hacía ya cuando parecía ciencia ficción.
Conclusión
El Audi R8 e-tron fue como ese amigo que llega dos horas antes a la fiesta: todo está preparado, pero aún no hay ambiente. Llegó cuando el mundo no estaba preparado para un superdeportivo eléctrico de un millón de euros, pero dejó el listón tan alto que aún hoy sus soluciones técnicas nos parecen actuales.
En Miana Motor siempre decimos que no es más listo el que llega primero, sino el que sabe cuándo llegar. Aunque en este caso, ser demasiado listo le costó al Audi R8 e-tron el éxito comercial, su legado en la industria es innegable. Fue el primer capítulo de una historia que ahora, con la electrificación en pleno auge, cobra más sentido que nunca.
Como ejercicio de ingeniería, el Audi R8 e-tron nos parece sobresaliente. Como producto comercial, quizás suspendió. Pero como demostración de lo que Audi es capaz de hacer cuando se pone seria con la tecnología, fue matrícula de honor. Y eso, amigos, es lo que hace grande a una marca: atreverse a fallar para poder triunfar después.
Porque al final, el Audi R8 e-tron no fue solo un coche: fue una declaración de intenciones, un laboratorio rodante y una prueba de que el futuro eléctrico de los superdeportivos no solo es posible, sino que promete ser apasionante. Y si no nos creéis, preguntadle al Audi e-tron GT, que algo habrá aprendido de su abuelo eléctrico.
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Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.