
¿Os acordáis de «Como Dios»? Sí, esa peli donde Jim Carrey interpretaba a un tipo que conseguía los poderes de Dios. Pues el coche que conducía, ese plateado y espectacular, era un Saleen S7. Y como el protagonista de la película, este bicho también tenía poderes sobrenaturales, aunque los suyos venían más bien del lado oscuro. Os contamos por qué.
El Saleen S7 es uno de esos coches que nacen de un sueño loco y acaban convirtiéndose en una realidad aún más loca. Steve Saleen, conocido por tunear Mustangs hasta dejarlos irreconocibles, se levantó un día y dijo: «¿Sabéis qué? Voy a hacer mi propio superdeportivo». Y vaya si lo hizo.
La historia secreta del Saleen S7
Pero vamos por partes, que esto tiene miga. El Saleen S7 no es solo un coche, es una obra de arte mecánica con más trampas que una película de Ocean’s Eleven. Y no lo decimos nosotros, lo dicen los propios creadores (aunque entre líneas, que tampoco son tontos).
Cuando hablamos con Billy Tally, el cerebro detrás de este monstruo, se le escapa una sonrisilla pícara al mencionar ciertos «detalles» que podrían haber sido un pelín irregulares para las autoridades. Vamos, que si la administración americana hubiera mirado con lupa, más de uno habría acabado explicando cositas en un despacho. Pero eh, ¿no son estas pequeñas «licencias creativas» las que hacen especial a un coche?
Las diferentes caras del S7

El Saleen S7 vino en varios sabores, como un helado de esos buenos:
- S7R: La versión de carreras pura y dura
- S7 atmosférico: El original para calle, del que solo se hicieron 21 unidades
- S7 Twin Turbo: Para los que pensaban que el atmosférico era poco coche (locos)
- S7 LM: La versión tardía que llegó cuando ya todos pensábamos que el proyecto había muerto
Y aquí viene lo bueno: si cogéis un S7 de calle atmosférico y lo ponéis al lado de un S7R de competición, necesitaríais ser ingenieros de la NASA para encontrar las diferencias. Es que son prácticamente el mismo coche. Mientras otros fabricantes hacían versiones «inspiradas» en sus coches de carreras, Saleen directamente cogió su coche de competición y le puso matrícula. Así, sin complejos.
La producción artesanal: cada unidad, un mundo
¿Sabéis esas series limitadas donde te dicen que cada coche es único? Pues con el S7 esto era literal, pero no por marketing, sino porque literalmente iban improvisando sobre la marcha. De los 60 chasis que se fabricaron para calle, no hay dos iguales. Y no hablamos solo de color y tapicería, no. Hablamos de que iban cambiando proveedores y soluciones técnicas según construían cada unidad.
Es como si cada S7 fuera un experimento en tiempo real. «Oye, ¿y si probamos este proveedor nuevo para las suspensiones?» «Vale, pero solo para este coche». Y así iban. Es el equivalente automovilístico a esos restaurantes donde el menú cambia según lo que haya encontrado el chef en el mercado esa mañana.
El motor: más americano que una hamburguesa con extra de bacon
El corazón del S7 es un V8 de 7.0 litros que, en su versión atmosférica, ya daba 550 CV. Pero porque no les dejaban poner más, que ganas no faltaban. La versión Twin Turbo llegaba a los 750 CV, y hay rumores de que algunas unidades especiales superaban los 1000 CV. Vamos, que si esto fuera un videojuego, sería ese personaje que los desarrolladores no se molestaron en equilibrar.
La experiencia de conducción

Conducir un Saleen S7 es como intentar domar a un toro salvaje que además ha tomado tres Red Bulls. Es brutal, visceral y probablemente ilegal en varios estados. La versión atmosférica, que es la que más nos mola (sí, somos así de raros), es la más pura de todas. Es como un coche de carreras de los años 90 pero con aire acondicionado y un equipo de música que no se oye porque el motor hace más ruido que tu vecino con el taladro un domingo a las 8 de la mañana.
¿Por qué nos fascina tanto?
El Saleen S7 representa todo lo que amamos de los coches: es excesivo, probablemente peligroso, técnicamente brillante y tiene ese punto de rebeldía que hace que te enamores de él. Es el equivalente automovilístico a ese amigo que siempre te mete en líos pero que hace que la vida sea más divertida.
Además, tiene esa cosa tan americana de «más grande, más rápido, más fuerte» llevada al extremo. Mientras los europeos estaban obsesionados con la precisión milimétrica y los japoneses con la fiabilidad, los americanos cogieron un motor enorme, le pusieron un chasis de carreras alrededor y dijeron: «Ahí tenéis, que os den».
Conclusión: ¿Vale la pena?
A ver, seamos realistas: si tenéis que preguntar si vale la pena, probablemente no podáis permitiros uno. Y si podéis permitiros uno, probablemente deberíais comprar algo más sensato. Pero ¿desde cuándo los coches son una decisión sensata?
El Saleen S7 es uno de esos coches que hacen que te enamores de la automoción. Es salvaje, es imperfecto, es probablemente ilegal en algunos aspectos, y precisamente por todo eso es perfecto. Es el último superviviente de una era en la que se podían hacer coches sin que 200 comités de seguridad y regulaciones medioambientales metieran las narices.
Y sí, probablemente hay coches mejores, más rápidos, más refinados y más fáciles de conducir. Pero ninguno tiene esa historia, ese carácter y ese punto de locura que hace que el Saleen S7 sea especial. Es como ese profesor un poco chalado que tuvisteis en el instituto: puede que no fuera el mejor profesor sobre el papel, pero seguro que sus clases son las que recordáis con más cariño.
En definitiva, el Saleen S7 es un recordatorio de que los coches no tienen que ser perfectos para ser especiales. A veces, son precisamente sus imperfecciones, sus peculiaridades y sus «características únicas» (guiño, guiño) las que los hacen inolvidables. Y si eso no es motivo suficiente para adorarlo, no sabemos qué lo es.
Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Os atreveríais con un S7 o preferís algo más civilizado? Dejadnos vuestros comentarios abajo, que ya sabéis que nos encanta leer vuestras locuras.
Nota del editor: Cualquier similitud entre las «características únicas» mencionadas en este artículo y posibles infracciones de la normativa de homologación es pura coincidencia. Nosotros no hemos dicho nada.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.