En Miana Motor siempre hemos sido unos apasionados de los coches que han marcado la historia del cine. Y si hay una saga que ha puesto patas arriba el mundo del motor en la gran pantalla, esa es Fast and Furious. Hoy nos vamos de ruta por los lugares más emblemáticos de la primera película, esa que nos enamoró a todos y que, para qué engañarnos, es la que más “motor” tiene de toda la saga.
La Casa de Toretto: El Santo Grial de los fans
Vamos al grano: la Casa de Toretto está en el 722 de East Kensington Road, Los Ángeles. Y ojo al dato, porque según Zillow, ahora mismo está valorada en 1,2 millones de dólares. No está nada mal para una casa que se ha convertido en lugar de peregrinación para los gasoferos de medio mundo.
Pero antes de que os lancéis a hacer el cafre, como expertos en el mundo del motor que somos, tenemos que daros un par de consejos que os pueden ahorrar más de un disgusto:
- Nada de aparcar en el acceso: que no es el garaje de Dom, que es propiedad privada.
- Prohibido hacer “ruiditos” con el escape: que ya sabemos que tu Civic tiene una línea deportiva, pero no es el momento.
- No bloquear la calle: los vecinos están hasta el gorro de “furious” pero sin el “fast”.
- Y por el amor de Ferruccio Lamborghini, nada de intentar colarse en la propiedad.
Bob’s Market: Donde todo empezó en Fast and Furious
A tiro de piedra de la Casa de Toretto (unos 150 metros para ser exactos) está Bob’s Market, el colmado que en la película era la tienda de la familia Toretto. La dirección es 1234 Bellevue Avenue, Echo Park, y os va a sonar también de otras pelis como “Un día de furia” (menudo peliculón, por cierto).
Lo curioso es que el local es propiedad de Bob Namura y su mujer Koko desde 1965. Y no, no son coreanos como en la peli, son japoneses. Si os pasáis por allí, hacednos un favor: comprad algo. Que estos sitios son los que mantienen vivo el espíritu del barrio.
Racer’s Edge: De tienda de ensueño a… nada
Como expertos en coches deportivos, tenemos que confesar que Racer’s Edge nos hizo soñar a todos. Esa tienda repleta de piezas de competición… Pero la realidad es que el edificio del 1050 de North Orange Drive en Los Ángeles nunca fue una tienda real de recambios. Lo montaron todo para la primera peli de Fast and Furious y ahora es un espacio multiusos.
Y ya que estamos, vamos a desmontar un mito: ese coche del techo que todo el mundo dice que era un Ferrari… ¡Era un Kelmark G2! Un kit car sobre chasis de VW Beetle. Que sí, que mola, pero no es un cavallino rampante ni de coña.
Las escenas de acción de Fast and Furious: Geografía “furiosa”
La escena inicial del robo del camión casi se va al garete por un detalle técnico que nos hace gracia: nadie había medido si el Honda cabía debajo del trailer. Tenían 3 pulgadas de margen (unos 7,6 cm para los que no somos boomers). Con el pavimento irregular que había, era jugársela a cara o cruz.
Y hablando de escenas míticas, ¿os acordáis de Brian haciendo el 0-100 en el parking del Dodger Stadium con el Mitsubishi Eclipse? Pues va a ser que no. Con un motor atmosférico de 420 que sacaba con suerte 120 caballos, ese Eclipse no llegaba a los 140 mph (225.31 km/h) ni empujándolo cuesta abajo.
Race Wars: Del desierto a la realidad
Race Wars se rodó en el Aeropuerto Internacional de San Bernardino, antiguamente Base Aérea de Norton. Está en medio de la nada, lo que lo hacía perfecto para recrear esas carreras ilegales que tanto nos han hecho fantasear. Y no, el “El Gato Negro” no existe, era un decorado en El Segundo. Una pena, porque menudo garito hubiera sido para los amantes de los muscle cars.
Neptune’s Net: El único que sigue igual
Si hay un sitio que se mantiene casi idéntico es Neptune’s Net, en el 42505 de Pacific Coast Highway, Malibu. Eso sí, encontrar aparcamiento es más difícil que hacer un tiempo decente en Nürburgring con un Fiat Multipla. Sin embargo, hemos visto las fotos de su menú, y creednos, debe merecer mucho la pena.
Para los cazadores de ubicaciones de Fast and Furious
La carrera final entre Dom y Brian fue en Terminal Island, en la esquina de Tuna Street con Terminal Way. Y sí, hemos estado allí y no, no hay ni rastro de ese paso a nivel ni del Dodge Charger destrozado (una pena, porque menudo coche).
El legado de una época irrepetible
En Miana llevamos años dándole caña a todo lo que tenga cuatro ruedas y un motor potente, y hemos visto cómo Fast and Furious ha pasado de ser una peli sobre la cultura tuning a convertirse en un despiporre de acción con coches. Pero esta primera entrega… madre mía, esta primera entrega tiene algo especial. Vale que técnicamente sea una locura en algunos momentos (que lo es), pero captó como nadie el espíritu del motor de aquellos años.
La Casa de Toretto y todos estos sitios son mucho más que decorados de una peli: son los testigos de la era de la Maxi Tuning. Cuando tener vinilos tribales molaba, cuando los neones bajo el coche eran lo más y cuando tunear un Civic era el sueño de media España. Aquellos maravillosos 2000 que, nos pongamos como nos pongamos, no van a volver.
Y ya sabéis lo que siempre decimos en Miana: “Más vale escape silenciado que multón al canto”. Si os animáis a hacer la ruta de Fast and Furious, un poco de por favor: que los vecinos están hasta el moño de aguantar a cafres haciendo resonar sus escapes como si estuvieran en la última escena de la peli.
¿Queréis más historias sobre pepinos míticos del cine? Ya sabéis dónde está la caja de comentarios. Y mientras tanto, a disfrutar de la gasolina, que dentro de nada nos tienen a todos zumbando en neveras con ruedas y ya no será lo mismo.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.