
Los 90 fueron una década prodigiosa para los sedanes premium. BMW y Mercedes se repartían el pastel con el E36 y el W202 mientras en Ingolstadt preparaban algo gordo. Cuando el Audi A4 B5 apareció en 1994, más de uno en Stuttgart y Múnich se atragantó con el café de la mañana. Y no era para menos cuando llegó este digno sucesor del Audi 80.
Un diseño que sigue quitando el hipo

Mientras algunos fabricantes de la época parecían diseñar sus coches a base de plastilina derretida, Audi nos regaló una obra maestra de proporciones. El Audi A4 B5 es de esos diseños que nacen redondos: líneas limpias, musculatura contenida y una presencia que te hace girarte a mirarlo incluso hoy.
El restyling del 99 fue como cuando tu madre te peinaba antes de salir en las fotos de comunión – pequeños retoques que mejoraban lo que ya era excelente. Nuevos faros, parrilla retocada y poco más. Es lo que tiene acertar a la primera.
La artillería pesada: Los motores del Audi A4 B5
Los TDI: El motor que sobrevivirá al apocalipsis

El 1.9 TDI empezó con 90 CV, pero fue el 110 CV el que se convirtió en leyenda urbana. Este motor tiene más vidas que un gato con vocación de temerario – hay unidades con más kilómetros que la Voyager y siguen pidiendo guerra. Sus 235 Nm de par desde apenas 1.900 rpm te pegan al asiento como si llevaras un cohete de la NASA, mientras el consumo te hace pensar que funciona con aire (casi casi, porque es diésel).
La evolución trajo el 115 CV y luego el 130 CV con inyección bomba-inyector. La evolución trajo el 115 CV y luego el 130 CV con inyección bomba-inyector. Este último era como ese amigo que es un crack pero tiene un pronto que te puede arruinar la noche – cuando va bien es una delicia, pero como se joda el sistema de inyección, prepara la cuenta corriente. Las reparaciones del bomba-inyector pueden costar más que un riñón en el mercado negro, y no son precisamente infrecuentes.
El 2.5 V6 TDI de 150 CV era otra historia: refinado como un lord inglés pero con el empuje de un jugador de rugby. El motor perfecto para quien quería viajar en primera sin arruinarse en gasolina.
Gasolina: Del «me sirve para ir al pueblo» al «¡madre mía!»

El 1.6 de 101 CV era como esos zapatos cómodos que guardas para ir al súper – cumple, pero no emociona. El 1.8 atmosférico de 125 CV ya era otra cosa, aunque el verdadero festival empezaba con el 1.8T.
El 1.8T de 150 CV es el motor que todo preparador sueña: dócil en origen pero con más potencial oculto que un político en campaña. Con una simple reprogramación pasaba de Dr. Jekyll a Mr. Hyde sin perder un ápice de fiabilidad. La versión de 180 CV venía ya con el trabajo hecho de casa.
Los V6 del Audi A4 B5 eran la aristocracia de la gama. El 2.4 y el 2.6 destacaban por su suavidad, pero el 2.8 de 193 CV era el que mejor entendía qué significa «gran turismo deportivo».
Y entonces estaba el S4… Palabras mayores como para hacerse aguas menores. Su V6 2.7 Biturbo de 265 CV era como meter un rinoceronte enfadado bajo el capó. Más de un M3 acabó preguntándose qué narices acababa de adelantarle en la autopista.
Transmisiones: Para todos los gustos y bolsillos
La caja manual de 5 marchas del Audi A4 B5 era más precisa que un reloj suizo y más dura que la cara de Patxi López. La de 6 velocidades, reservada para los modelos más potentes, era una auténtica delicia – de esas que te hacen buscar excusas para reducir marchas.
La automática Tiptronic era sorprendentemente competente para su época. No era tan rápida como las cajas modernas, pero hacía su trabajo con la eficiencia de un funcionario alemán: sin quejas y sin dramas.
Y luego estaba el sistema quattro. Si la tracción integral de Audi fuera una persona, sería ese amigo que nunca falla cuando le necesitas. En seco era competente, pero en mojado… madre mía, en mojado convertía al A4 en el rey de la fiesta. Tremendo para la nieve.
Chasis: El arte del equilibrio perfecto

La plataforma B5 era más rígida que un funcionario en ventanilla a las 14:55. Suspensión delantera de cuatro brazos, trasera multibrazo y una puesta a punto que encontraba el equilibrio perfecto entre confort y dinamismo.
Con tracción delantera ya era un coche muy capaz, pero con el sistema quattro se convertía en una especie de mountain goat mecánico – se agarraba al asfalto como si le fuera la vida en ello. La dirección era precisa y comunicativa, aunque no tan parlanchina como la de un E36.
Interior: Donde los alemanes demostraron por qué son… alemanes

El interior del Audi A4 B5 es como el buen vino – envejece con dignidad. Los materiales son tan buenos que muchos coches actuales deberían tomar nota, y el montaje… bueno, el montaje es más sólido que los argumentos de tu madre cuando te dice que te pongas una rebequita.
Los asientos sport son una obra maestra de ergonomía – te sujetan como un portero de discoteca pero sin dejarte marcas. La posición de conducción es perfecta, y el volante… ay, el volante. Grueso donde debe serlo, fino donde tiene que serlo. BMW actual, toma nota.
Los puntos negros (que todo coche tiene)
- La corrosión puede ser más traicionera que una ex resentida. Ojo a los bajos y pasos de rueda.
- La correa de distribución del 1.8T es sagrada – si no la cambias cuando toca, prepara la cartera.
- El embrague en los quattro sufre más que un árbitro en el Bernabéu.
- Las rótulas y silent-blocks necesitan más mimos que un gato siamés.
Conclusión: ¿Merece la pena hoy un Audi A4 B5?

El Audi A4 B5 es como esos vinos que guardas para ocasiones especiales – cada año que pasa se hace más interesante. Si encuentras uno bien cuidado (que los hay), tienes entre manos un trozo de historia automovilística que no solo aguanta el tipo frente a coches modernos, sino que en algunos aspectos les da sopas con honda.
Busca unidades con historial claro, pocos dueños y que no hayan pasado por el taller del cuñado tuneador. Un Audi A4 B5 bien conservado no solo es un cochazo para el día a día, sino que probablemente sea una de las mejores inversiones que puedas hacer en el mundo del motor.
Nodriza para Audi A4 B5. Te ayudará a leer el nivel de anticongelante
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Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.