
Hay días en los que uno se pregunta si el carnet de conducir lo dan en una tómbola. Lo que ha pasado en el concesionario Tri-City Ford de Carolina del Norte nos confirma que sí, que algunos lo deben sacar en una rifa benéfica o en un sobre sorpresa.
Porque vamos a ver, queridos lectores de Miana Motor, ¿cómo narices consigues, dando marcha atrás en un parking, no solo atravesar la pared de un concesionario (que ya tiene tela), sino además acertar de lleno contra el único Mustang SVT Cobra R que llevaba allí expuesto casi 25 años sin molestar a nadie? Es como si intentando aparcar tu Dacia en el Corte Inglés acabaras estrellándote contra el mostrador de Cartier.
La obra maestra de SVT (ahora con abolladuras premium)

Antes de que nuestro protagonista acabara siendo víctima del conductor más hábil de Carolina del Norte, el SVT Cobra R del 2000 era (y sigue siendo) uno de los Mustang más especiales jamás fabricados. Cuando Ford Special Vehicle Team se puso manos a la obra con este proyecto, no se andaron con tonterías: crearon una bestia de 385 caballos que era más un coche de carreras con matrícula que un Mustang convencional.
El corazón de esta joya era un V8 de 5.4 litros que no era el típico motor americano de «mucho ruido y pocas nueces». Estamos hablando de un bloque de hierro fundido con culatas de aluminio, árbol de levas único y válvulas sobredimensionadas. La admisión era específica, con un plenum de mayor volumen y conductos rediseñados. Por si fuera poco, llevaba cigüeñal forjado, bielas Carillo y pistones forjados. Vamos, lo que viene siendo un motor preparado para el apocalipsis… o en este caso, para un encuentro inesperado con un Tucson.
Un Mustang hecho para galopar

Los ingenieros de SVT se pusieron en modo «todo lo que no sirva para ir más rápido, fuera». Y cuando decimos todo, es TODO:
- Aire acondicionado: ¿Para qué? El sudor es gratis
- Radio: El sonido del V8 es toda la música que necesitas
- Insonorización: Peso innecesario
- Asientos traseros: ¿Quién necesita amigos?
- Moquetas traseras: Más peso a la basura
- Faros antiniebla: Si no ves, no corras
- Servofreno: Para que sepas lo que es frenar de verdad
El resultado fue un coche que pesaba 1.538 kg, que para un Mustang de esa época es como si Pavarotti se hubiera puesto a hacer CrossFit.
Unos números impresionantes incluso hoy
Las prestaciones eran de auténtica locura para el año 2000:
- 0-100 km/h en 4,4 segundos
- Cuarto de milla en 12,9 segundos
- Velocidad máxima de 280 km/h
- Frenada 100-0 km/h en 32,6 metros
- Aceleración lateral de 1,02 g
Y todo esto con una tecnología de hace más de 20 años, cuando la mayoría de los coches deportivos aún pensaban que el control de tracción era cosa de brujas.
El accidente del siglo

Y aquí es donde entra en escena nuestro amigo del Tucson. El informe policial, que parece sacado de un sketch de humor, dice: «el conductor perdió el control mientras daba marcha atrás». Así, sin más. Como quien pierde las llaves o el móvil. Solo que en vez de perder un objeto, perdió la capacidad de distinguir entre el pedal del freno y el del acelerador, y de paso la capacidad de girar el volante en cualquier dirección que no fuera directamente hacia una de las 300 unidades que se fabricaron del Cobra R.
El coche siniestrado, que solo tenía 15 kilómetros en el marcador (menos que lo que hace mi madre para ir al súper), llevaba además un lazo navideño en el techo. Porque si vas a destrozar una pieza de colección valorada en 200.000 dólares, al menos que sea con estilo festivo.
El valor de lo irreemplazable


La tasación de daños del informe policial (30.000 dólares) parece un chiste malo. Restaurar este coche a su estado original va a costar más que el presupuesto anual de muchos ayuntamientos. Y no es para menos: otro Cobra R del 93, con 66 kilómetros, se vendió este año por 211.000 pavos.
Consejos para el futuro

Si algo nos enseña esta historia es que:
- Si tienes una joya automovilística en tu concesionario, igual es buena idea rodearla de bolardos. O mejor aún, de un foso con cocodrilos.
- Si ves a alguien dando marcha atrás en un Tucson, sal corriendo.
- Si eres el del Tucson, igual es momento de plantearse el transporte público.
Moraleja final

En Miana Motor siempre decimos que hay dos tipos de conductores: los que alguna vez han tenido un golpecito tonto, y los que dicen que nunca lo han tenido y mienten. Pero esto… esto es otro nivel. Es el equivalente automovilístico de intentar hacer un huevo frito y acabar quemando la cocina, el salón y media urbanización.
Por cierto, si alguien conoce al dueño del concesionario, que le diga que aceptamos hacer un reportaje completo de la restauración. Y si necesita un conductor para probar el coche cuando esté listo, nos sacrificamos. Todo sea por el periodismo.
Y si el conductor del Tucson está leyendo esto: tranquilo, que todos tenemos días malos. Aunque el tuyo ha sido especialmente memorable. Y caro. Muy, muy caro. Casi tan caro como explicarle al seguro cómo conseguiste convertir un simple aparcamiento en una recreación del final de Fast & Furious.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.