De Car Magazine nos llega esta joyita: el enfrentamiento entre un Lamborghini Countach 5000 Quattrovalvole de 1988 y su nieto multimillonario, el Lamborghini Countach LPI 800-4. Y como aquí somos tan fans del toro como de una buena fiesta de San Fermín, no podíamos resistirnos a comentarlo a nuestra manera.
Un nombre que empezó con un “¡Hostia!”
Parece que el nombre Countach nació porque un técnico soltó la palabrota al ver el primer prototipo en 1971. Es una expresión en dialecto piamontés que significa… bueno, algo entre “¡Hostia!” y “¡Madre mía!”. Y con ese nombre, el LP500 original se hizo leyenda. En 2022, el Lamborghini Countach volvió, con una reinterpretación moderna basada en el Aventador. Solo se hicieron 112 unidades del nuevo modelo, y todas volaron antes de que nos enteráramos.
De frente, como un miura
En esta esquina, tenemos al abuelo de los supercoches: el Lamborghini Countach 5000 QV, la mejor versión del original según los frikis del modelo. Con un V12 de 455 CV, neumáticos Pirelli P7 gigantescos y un diseño más limpio que las versiones posteriores, este coche es puro exceso ochentero.
En la otra esquina, el Countach LPI 800-4. Un homenaje modernizado que, a primera vista, parece más contenido, pero que al detallarlo, está lleno de referencias al clásico: las líneas de los pasos de rueda, las tomas NACA y el techo con cristal inspirado en el periscopio del LP400. Eso sí, se siente más Lamborghini Aventador que Countach.
Poniendo los cuernos al asfalto
Nos quedamos con ganas de ponernos al volante, pero según Car Magazine, el viejo Lamborghini Countach es toda una experiencia. Con un embrague que parece una prueba de fuerza, una posición de conducción para contorsionistas y un calor infernal en el habitáculo, este coche te hace trabajar cada kilómetro. Y aún así, te hace sentir como un dios ochentero.
Por otro lado, el nuevo LPI 800-4 es más rápido, más cómodo (aunque no mucho) y tiene una banda sonora moderna gracias a su V12 híbrido. Pero, según los nostálgicos, le falta ese toque canalla y maleducado del original.
¿Cuál gana?
Aunque el nuevo Countach es un superdeportivo brutal, el viejo QV tiene algo que el dinero no puede comprar: alma. Como dirían en Car Magazine, “Never meet your heroes”, pero con el QV, parece que la frase no aplica. Eso sí, si tienes 1,7 millones de libras y ganas de coleccionar algo exclusivo, el LPI 800-4 tampoco es una mala elección.
Conclusión: los dos son obras de arte mecánicas, pero si tenemos que elegir, nos quedamos con el abuelo. Porque a veces, lo viejo simplemente es mejor. Como esa paella bien hecha, sin florituras, pero con todo el sabor.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.