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Bruselas contra la combustión: mucho ruido y pocas nueces

José Manuel Miana

La imagen muestra un hombre con traje verde sentado en un pequeño automóvil amarillo. Detrás del automóvil hay un camión con un contenedor lleno de piezas metálicas y tubos. A la derecha, hay un cartel que dice "European Industry". En el fondo, un grupo de personas con chalecos de seguridad amarillos están de pie en fila.
JM Miana

Hace unos años, la Unión Europea lanzó su gran cruzada ecológica: prohibir la venta de coches de combustión en 2035 y su uso en 2050. En su cabeza sonaba espectacular: ciudades sin humos, carreteras llenas de silenciosos coches eléctricos y Europa liderando el camino hacia un futuro verde. Pero, como suele pasar con los políticos y sus ocurrencias, hay un «pequeño» problema: la realidad.

Alemania salva los muebles, ya veremos si salva los motores

Cuando la UE anunció su plan, Alemania montó en cólera. Y no es para menos: su industria automovilística es el alma de su economía y no estaban por la labor de suicidarse por capricho de Bruselas. La solución: los combustibles sintéticos. Porsche ya tiene una fábrica en Chile produciendo gasolina de laboratorio, y otros fabricantes exploran carburantes renovables a partir de residuos orgánicos. Con esta jugada, Alemania se aseguró de que los motores térmicos sigan rugiendo en las carreteras europeas, al menos para quienes puedan pagarse estos carburantes premium.

Un suicidio industrial en toda regla

La gran pregunta es: ¿puede Europa prescindir de los motores de combustión en 2035? A día de hoy, no. Ni de lejos. Las ventas de eléctricos no despegan como los políticos esperaban, los fabricantes ya están ajustando producción a la baja y las infraestructuras de carga son, siendo generosos, un desastre. Si se aplicara la prohibición tal como está planteada, cerrarían decenas de fábricas y cientos de miles de trabajadores se quedarían en la calle. Todo para depender aún más de China, que controla el 80% del mercado de baterías.

Del prohibir al rectificar hay un paso

Bruselas ya se ha dado cuenta del berenjenal en el que se ha metido. Por eso han comenzado las «consultas» con fabricantes y otros actores del sector, un eufemismo para «vamos a buscar una excusa para retrasarlo todo sin que parezca que nos hemos equivocado». La tendencia apunta a suavizar las multas por vender coches de combustión, alargar los plazos y apostar por una transición más progresiva, con los híbridos como protagonistas.

El futuro: ni blanco ni negro

Todo indica que los motores de combustión no desaparecerán en 2035 ni en 2050, sino que evolucionarán. La hibridación seguirá ganando peso, con motores eléctricos tomando el relevo poco a poco. Los carburantes sintéticos y renovables permitirán que los motores de gasolina y diésel sobrevivan en un formato menos contaminante. Y mientras tanto, los políticos seguirán vendiendo promesas que saben que no pueden cumplir, porque una cosa es hacer discursos grandilocuentes y otra muy distinta arriesgarse a cargarse la industria del motor europea.

En resumen: tranquilos, gasolineros, que aún nos queda gasolina para rato. Aunque sea en formato «eco».

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