
Treinta años dan para mucho: discos duros que mueren, políticos que prometen, coches que pasan de moda y otros que, como la Mercedes-Benz Sprinter, siguen al pie del cañón repartiendo paquetes, herramientas y hasta sueños en forma de camper.
Cinco millones de unidades fabricadas avalan su leyenda. La última, una eSprinter eléctrica recién salida de la planta de Charleston (Carolina del Sur), ha ido a parar a FedEx, uno de esos clientes fieles que lleva confiando en la Sprinter desde que los teléfonos llevaban antena y el ABS era cosa de coches caros Como el Mercedes-Benz Clase E.
La historia de la Sprinter no va de postureo ni de reinventarse cada dos por tres. Va de hacer bien las cosas durante tres décadas, adaptarse sin perder el norte y, sobre todo, cumplir. Porque en eso, la Sprinter ha sido siempre alemana hasta la médula.
De T1 a Sprinter: el salto al nombre propio

Antes de 1995, las furgonetas de Mercedes llevaban nombres tan sexys como “TN” o “T1”. Vamos, que si no eras mecánico, ni te enterabas de qué modelo estabas viendo. Con la llegada de la Sprinter, Mercedes-Benz se marcó un giro de volante y bautizó por fin a su furgoneta estrella con un nombre propio, corto, directo y con gancho.
Y no solo cambió el nombre: la primera Sprinter llegó con carrocería autoportante, suspensión delantera independiente, motores más potentes y frenos de disco en las cuatro ruedas. En 1995, eso era ciencia ficción para muchas furgonetas. De hecho, fue pionera en seguridad: tenía ABS de serie y poco después incorporó ESP, un sistema que hasta entonces veíamos solo en turismos de gama alta.
Una furgoneta, mil caras

Si algo ha definido a la Sprinter desde el principio es la versatilidad. Reparto, transporte de pasajeros, ambulancia, camper, furgón blindado o banco de pruebas con ruedas: lo ha hecho todo. Y lo ha hecho bien.
Con la segunda generación (2006) llegó más espacio, más carga y más versiones: desde chasis cabina hasta minibuses. En 2009 apareció BlueEFFICIENCY, un invento para consumir menos diésel sin perder empuje. Y en 2013, el asistente para viento lateral, sí, una furgoneta que se anticipa a las ráfagas de viento. ¿Quién da más?
En Estados Unidos, la Sprinter llegó bajo marcas como Dodge y Freightliner, camuflada pero igual de eficaz. Fue tal el éxito que Mercedes montó una planta en Charleston, que hoy es clave para el mercado americano.
Tercera generación: la furgoneta se vuelve lista

La Sprinter de tercera generación (2018) ya no era solo una herramienta de trabajo, sino una oficina con ruedas. Incorporó MBUX, conectividad avanzada, asistencia al conductor y un catálogo de versiones que haría llorar a cualquier comercial: más de 1.000 combinaciones posibles entre carrocerías, chasis, tracción y transmisiones.
Desde entonces, puedes pedirla con tracción delantera, trasera o integral, cambio manual o automático de 9 marchas, techo bajo o alto, corta o larga… Si no encuentras la Sprinter que necesitas, es que no sabes lo que necesitas.
La eSprinter: sí, también eléctrica (pero sin perder la cabeza)

Ahora llega la eSprinter de nueva generación, con tres tamaños de batería, dos longitudes y hasta 478 km de autonomía según el ciclo WLTP. Se fabrica en Charleston, Düsseldorf y Ludwigsfelde, y sigue siendo tan configurable como una navaja suiza. ¿Lo mejor? No está pensada para el postureo urbano de última milla con pegatina ECO, sino para currar de verdad.
Gracias a un nuevo concepto modular, se adapta fácilmente a transformaciones específicas de cada industria: ambulancias, campers, furgones frigoríficos… lo que haga falta.
Treinta años después, sigue siendo la que manda

¿Quién lo diría? Una furgoneta nacida para sustituir a la vieja T1 y que hoy sigue siendo referente absoluto. FedEx la usa en medio mundo, los camperos la adoran, los autónomos la veneran y Mercedes-Benz la sigue mimando como el primer día.
Treinta años, cinco millones de unidades y una reputación que no se compra con marketing. Porque la Sprinter no ha necesitado reinventarse a cada paso. Le ha bastado con evolucionar, sin perder el tornillo.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.