
Miami, ese paraíso de postureo, yates y relojes falsos, acaba de darnos una de las escenas más surrealistas de la temporada 2025: los 20 pilotos de Fórmula 1 desfilando en coches de LEGO a tamaño real. Sí, como lo lees. No es un simulacro, ni un render cutre hecho con IA. Son coches de verdad, con ruedas, motor eléctrico y 400.000 piezas que harían llorar de emoción a cualquier niño de ocho años… o a un gasolinero de cuarenta con alma de crío.
LEGO F1: cuando el paddock se convierte en juguetería

Todo esto no ha sido fruto de un capricho de última hora de Liberty Media ni de una campaña de marketing con olor a plástico. LEGO se lo ha currado en serio, levantando una flota entera de monoplazas a escala 1:1 para cada equipo de la parrilla actual. Diez coches únicos, uno por escudería, perfectamente reconocibles y con una fidelidad que da miedo. Desde los alerones hasta los logos de los patrocinadores, pasando por las famosas gomas Pirelli, todo ha sido recreado con piezas de plástico en el cuartel general de LEGO en Kladno, un rincón de la República Checa donde ahora mismo tienen más aerodinámica que en Alpine.
¿El resultado? Coches de 1.000 kg y casi medio millón de piezas que no solo se ven espectaculares, sino que además se mueven. Concretamente, hasta 20 km/h. Lo justo para que los pilotos puedan hacer el desfile sin atropellar a nadie ni quedarse dormidos.
22.000 horas de curro y cero piezas perdidas (esperamos)

La proeza no es ninguna tontería: 26 personas, entre ingenieros, diseñadores y constructores de LEGO (sí, eso existe como profesión, y sí, también queremos ese trabajo), han invertido más de 22.000 horas en levantar esta locura. El objetivo era claro: hacer que los coches fueran lo más parecidos posible a los F1 reales, pero con bloques. Y lo han clavado.
No hablamos de cuatro piezas mal puestas. Aquí hay curvas aerodinámicas, difusores, detalles en fibra de carbono simulada, y hasta el logo de Red Bull sin que parezca salido de un set de juguete de los chinos. ¿Lo más impresionante? Son biplazas. Así pudieron montar a los 20 pilotos en sus respectivos “briquecoches” para hacer el desfile como si estuvieran en una versión alternativa de Cars, pero con Max Verstappen en modo Lego-Man.
Los pilotos flipan (y nosotros también)
La imagen de Alonso, Hamilton o Sainz subidos a estos cacharros es digna de póster. George Russell incluso bromeó con usarlos como autos de choque, hasta que alguien le explicó que había miles de horas de curro detrás. Se ve que la educación británica sigue funcionando.
Y es que, por un momento, toda la parafernalia de la F1 se relajó. No hubo postureo, ni mensajes políticamente correctos, ni broncas con los comisarios. Solo 20 adultos multimillonarios jugando con coches de juguete delante de miles de personas, y disfrutando como niños en Noche de Reyes.
¿Y esto para qué?

Porque sí, hay quien preguntará si esto sirve para algo. ¿Marketing? Claro. ¿Espectáculo? Por supuesto. ¿Distracción del verdadero problema de fondo que es lo tostón que puede ser el circuito de Miami? También. Pero sinceramente, nos da igual.
Esto es una carta de amor al niño que todos llevamos dentro. A ese crío que se pasaba horas montando coches imposibles con piezas que no encajaban, soñando con ser piloto. Y que ahora, años después, ve cómo los verdaderos gladiadores del volante hacen exactamente eso: jugar.
Conclusión: la F1 necesitaba esto
En una época donde la F1 a veces se toma demasiado en serio, donde los datos, las estrategias y las penalizaciones por cambiar el alerón media décima antes de tiempo lo llenan todo, llega LEGO y nos recuerda por qué empezamos a amar este deporte: porque era divertido.
Así que, gracias LEGO. Por hacer que la F1 vuelva a ser juego, por regalarnos esta maravilla visual, y por recordarnos que a veces, el coche más importante no es el más rápido, sino el que más ilusión genera.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.