
Si hay algo que define la NASCAR, aparte de los adelantamientos al límite y los choques patrocinados por paneles de espuma, es el famoso «Big One». Y en la edición 2025 del Daytona 500, la tradición se cumplió con creces: coches volando, carrocerías desparramadas por la pista y un Ryan Preece al que, si le preguntas qué tal está, te contesta que bien, pero que le cuesta mirar a la izquierda sin que le vengan recuerdos de Vietnam.
El «Big One» de Daytona: caos en el momento justo
Todo iba como una carrera de superóvalos debe ir: coches en fila india, pilotos jugando a ver quién tiene más narices para cerrar la puerta en el último segundo y una afición esperando el momento en el que la física se imponga. Y se impuso, vaya que sí.
Con cuatro vueltas para el final, un pelotón de 20 coches se lanzaba a por la victoria cuando Christopher Bell se puso a jugar a los bolos sin querer. Bell peleaba la posición con Denny Hamlin, pero Cole Custer decidió que sería gracioso darle un empujoncito extra. Resultado: Bell se estampó contra el muro y se convirtió en un misil tierra-aire que arrastró a todo el que pasaba por allí.
Y en medio de todo esto, apareció Ryan Preece para convertirse en el protagonista involuntario del mejor número de acrobacia de la temporada.
Ryan Preece y su intento de despegar sin pedir permiso a la torre de control
Lo de Preece fue para verlo en cámara lenta y con la banda sonora de Top Gun de fondo. El coche se elevó como si quisiera subirse a la grada, giró en el aire como una peonza y acabó empotrado contra el muro con más golpes que un coche de autoescuela en su primer día.
Afortunadamente, tras la galleta del siglo, Preece salió del coche por su propio pie. «Cuando el coche despegó y todo se volvió silencioso, solo pensé en mi hija», declaró después. Algo lógico, porque si a uno le da tiempo a pensar mientras está volando por los aires, es que algo va realmente mal.
Entre los damnificados por el festival de chapa también estuvieron Brad Keselowski, Bubba Wallace, Kyle Larson y Daniel Suárez, pero todos pudieron salir ilesos.
William Byron esquiva el desastre y se lleva la gloria
Mientras media parrilla estaba entretenida jugando a los coches de choque, William Byron supo mantenerse al margen del caos y cruzó la meta en primer lugar, logrando su segunda victoria consecutiva en el Daytona 500.
Este hito no lo conseguía nadie desde Denny Hamlin en 2019 y 2020, lo que convierte a Byron en el niño mimado de Hendrick Motorsports, que ya suma diez victorias en Daytona 500.
«Es increíble ganar aquí nuevamente. Todo se trata de estar en el lugar correcto en el momento adecuado», dijo Byron tras la carrera. Claro, amigo, el «momento adecuado» es cuando todos los demás están ocupados rebotando por la pista como si esto fuera el Destruction Derby.
Un Daytona 500 para recordar
Entre el espectáculo de Preece, la victoria de Byron y los accidentes que hicieron las delicias de los comisarios de pista, esta edición del Daytona 500 tuvo de todo:
- Retrasos por culpa del clima (porque si no llueve en Daytona, no es Daytona).
- Pilotos arriesgando como si la vida les fuera en ello (spoiler: les va en ello).
- Un Donald Trump que se pasó por allí a darse una vuelta en su limusina presidencial «The Beast», porque ya sabemos que al expresidente le gusta el espectáculo casi tanto como a la NASCAR.
Conclusión: la NASCAR en su máxima expresión
Lo que pasó en Daytona fue el resumen perfecto de lo que hace grande a la NASCAR 2025: carreras al límite, maniobras suicidas, coches que se desmontan y, por supuesto, pilotos que caminan ilesos tras golpes que harían que un coche normal acabara en la chatarra.
Para revivir el momentazo de Ryan Preece volando sin motor, aquí tienes el vídeo:
Y ahora, a esperar la siguiente carrera, porque en la NASCAR la única garantía es que siempre pasa algo.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.