
Hoy hemos visto un Renault VelSatis por la calle. Sí, todavía sobrevive algún valiente que no ha sucumbido a la vergüenza social o al terror de sus averías eléctricas. Y al instante, nos ha venido a la cabeza una reflexión: ¿de verdad merecía semejante fracaso en ventas? Porque aunque parezca mentira, este engendro francés tenía argumentos para pelear con los grandes del segmento… solo que su envoltorio era más feo que una nevera por detrás.
Un diseño más raro que un perro verde

Para entender por qué el Renault VelSatis se estampó en las listas de ventas, hay que empezar por lo obvio: su diseño. Renault venía de hacer cosas chulas como el Safrane, que sin ser un superventas, al menos tenía un aire distinguido. Pero cuando se les ocurrió reemplazarlo, decidieron que la mejor estrategia era dinamitar todo lo que se sabía sobre las berlinas de lujo y darle a la aristocracia del asfalto una especie de monovolumen con aires de «lo siento, lo diseñamos en un lunes resacoso».
Si lo miramos con ojos fríos, el VelSatis era un coche raro hasta decir basta. No era berlina, no era monovolumen, no era nada que encajara en una categoría lógica. La parte delantera tenía una parrilla que parecía diseñada en una pelea a navajazos y una trasera que daba la sensación de que el coche se había quedado sin batería a medio transformarse en algo más bonito. Su elevada altura —que Renault vendía como “confort de viaje superior”— lo hacía parecer una nave espacial venida a menos, con un coeficiente aerodinámico que daba ganas de llorar.
Pero eh, que por dentro era la bomba

Aquí es donde el Renault VelSatis empezaba a tener sentido. Porque si conseguías meterte dentro sin que tus ojos sangraran, de repente te dabas cuenta de que Renault había tirado la casa por la ventana en lujo y comodidad. Materiales de primera, butacones que parecían sacados de un sofá Chesterfield y tecnología que en su día era puntera.
El cuadro de mandos digital, el sistema de navegación Carminat, el climatizador trizona que ajustaba la temperatura en función del sol y la humedad, el acceso sin llave con tarjeta (que luego daría más problemas que una hipoteca a tipo variable)… En resumen, un despliegue de gadgets que en su época dejaban a más de un Mercedes echando cuentas.
Motores de todo tipo, desde decentes hasta tragones como un albañil en el almuerzo

El VelSatis salió con una gama de motores variadita. Tenías desde los diesel 2.2 dCi y 3.0 V6 dCi hasta el gasolina 3.5 V6 de origen Nissan, que con 245 CV era la joya de la corona… y también un vampiro de gasolina con sed infinita.
Los diésel eran más sensatos, aunque el 2.2 dCi tenía fama de romperse por vicio, como todo buen Renault de la época. El 3.0 V6 dCi, en cambio, tenía un pase y se convertía en la opción más lógica si querías viajar como un ministro sin vender un riñón en gasolina.
Entonces, ¿por qué fracasó el Renault VelSatis?

Porque, amigos, en el mundo del coche de lujo la imagen lo es todo, y el Renault VelSatis tenía la estética de un electrodoméstico industrial. Podía ser tan cómodo y tecnológico como quisiera, pero el comprador que se gasta la pasta en una berlina de lujo quiere que su coche imponga respeto, y no que parezca una cafetera con ruedas.
Además, el Renault VelSatis tenía otros problemas:
- Falta de prestigio: Renault nunca ha sido una marca premium, y en un segmento donde compites con Mercedes, BMW y Audi, eso es como entrar en una partida de póker sin dinero.
- Fiabilidad cuestionable: Los primeros años del VelSatis estuvieron marcados por fallos eléctricos, centralitas rebeldes y motores diésel que decidían dejar de funcionar porque sí.
- ¿Quién demonios quiere un coche tan alto?: La apuesta de Renault por una berlina elevada confundió más que otra cosa. Los compradores de berlinas querían berlinas, y los de monovolúmenes querían monovolúmenes. El VelSatis no encajaba en ningún lado.
Un coche incomprendido, pero con su aquel
El Renault VelSatis fue un intento valiente de cambiar las reglas del juego, pero se pasó de frenada. Era cómodo, estaba bien equipado y tenía motores potentes, pero su diseño jugó en su contra y Renault no tenía el caché necesario para pelear contra los alemanes. Hoy, sin embargo, empieza a verse con otros ojos: un coche distinto, con personalidad, y que bien mantenido puede ser una compra curiosa si te la juegas con la electrónica.
Así que, si ves uno por la calle, míralo con respeto. Se lo ha ganado.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.