
Durante años nos han contado que los coches antiguos eran una obra de arte, que antes se diseñaba con alma y no con túneles de viento. Algo de razón hay, pero también mucho de mito. Porque si rascas un poco, te das cuenta de que los diseños que nos ponen cachondos a los gasolineros (con esas curvas imposibles y defensas cromadas) no siempre fueron fruto del arte por el arte. Hubo una época en la que el diseño empezó a servir para algo. Y ahí entra la madre del cordero: la Bauhaus.
🏛️ La Bauhaus y el coche: más que muebles raros y tipografías chungas
Aunque la palabra “Bauhaus” suene a catálogo de lámparas minimalistas o a nombre de cerveza artesanal hipster, en realidad fue una escuela de pensamiento brutalmente práctica. Fundada en Alemania en 1919, venía a decir: “Deja de hacer adornos inútiles y ponte a diseñar cosas que valgan para algo”.
Esta visión de unir arte, tecnología e industria caló hondo. ¿El objetivo? Que un objeto fuera bonito por cómo funcionaba, no por parecer una escultura. Eso incluía desde sillas hasta edificios… y sí, coches.
Aunque la Bauhaus cerró en 1933 por culpa de los amiguitos de bigote de Adolf, su legado germinó en diseñadores industriales que acabarían trabajando en automoción. Gente como Paul Jaray, que venía de la aerodinámica aeronáutica y aplicó esas ideas al automóvil. O Walter Gropius, que aunque no diseñó coches, sí influyó en la mentalidad de muchos creadores industriales de la época.
🚗 Redondear para no morir (tan rápido)
Hasta los años 30, los coches eran poco más que carrozas con motor. Planos, altos, con chapas remachadas a martillazos y diseñados, básicamente, para parecer imponentes, no para proteger a nadie.
Pero algo empezó a cambiar cuando los diseñadores y aerodinamistas dijeron: “¿Y si hacemos coches que no se comporten como ladrillos al chocar?”
Entran en escena los primeros intentos de seguridad pasiva por diseño. Coches con formas más redondeadas, parachoques integrados, estructuras deformables… No porque los gobiernos lo pidieran (que no), sino porque un coche que sobrevivía mejor a una hostia también vendía mejor.
Y aquí es donde la Bauhaus, con su obsesión por la funcionalidad y la sencillez eficaz, mete la cabeza.
🧠 Función antes que forma: diseño útil, no decorativo
El diseño útil no significa aburrido. Significa eficaz. Y en automoción, eficacia también significa seguridad.
Los conceptos de la Bauhaus (forma subordinada a la función, minimalismo, integración entre estética e ingeniería) se fueron filtrando en marcas como Tatra, Saab o incluso Mercedes-Benz, que adoptaron formas más suaves y carrocerías pensadas ya con algo más de cerebro que de boato.
¿Un ejemplo fetén? El Tatra T77, diseñado por Hans Ledwinka con asesoramiento aerodinámico de Paul Jaray. No solo parecía una nave espacial con motor V8 refrigerado por aire. También fue uno de los primeros coches que pensó en cómo fluir con el aire y cómo proteger a sus ocupantes.
🧱 La seguridad pasiva se cuela en el tablero de dibujo
Mientras los americanos seguían embobados con las aletas de tiburón y el cromo a cascoporro, en Europa empezó a cuajar la idea de que un coche debía proteger a su conductor y pasajeros sin confiar solo en la suerte divina o en un cinturón de castidad metálico.
La seguridad pasiva –esa que entra en juego cuando ya te has dado la hostia– empezó a condicionar el diseño. Aparecen zonas de deformación programada, volantes que no se te clavan en el pecho, salpicaderos acolchados y estructuras más pensadas.
Y no fue casualidad: el pensamiento Bauhaus seguía ahí, latente, recordando que lo importante no es hacer coches bonitos, sino coches útiles. Y que si encima lo parecen, mejor.
🔧 ¿Y hoy qué? ¿Hemos olvidado esa filosofía?
Sí y no. Hoy los coches están llenos de electrónica, ADAS, radares y asistentes que te avisan si respiras raro. Eso es seguridad activa, y no está mal. Pero si se apaga la centralita o no la entiendes, te la pegas igual.
La seguridad pasiva, en cambio, sigue siendo el último bastión cuando todo lo demás falla. Chasis bien pensados, zonas deformables, jaulas resistentes, airbags colocados con sentido…
Y, sorpresa: todo eso sigue siendo diseño industrial. No lo que decora, sino lo que salva vidas. Lo que la Bauhaus defendía a capa y espada hace ya más de un siglo.
🏁 Conclusión: menos pantallitas y más acero bien puesto
La Bauhaus no diseñó coches directamente. Pero cambió la forma en que los diseñadores pensaban en ellos. Puso el foco en la utilidad, en la forma al servicio de la función. Y eso, en el mundo del automóvil, significó empezar a pensar en la seguridad como algo que se podía diseñar.
Así que la próxima vez que veas un coche viejo con formas redondeadas y sin florituras, no pienses que es “aburrido” o “simple”. Puede que estés viendo el reflejo de una filosofía que cambió el coche de juguete mortal que era en los años 20 en algo un poquito más civilizado. Al menos, hasta que llegaron los SUV de dos toneladas con pantallas de 20 pulgadas y dirección asistida por astrología.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.