
Una cosa es personalizar tu coche. Otra, hacerlo tan tuyo que Porsche tiene que parar la fábrica solo para darte el gusto. Eso es el programa Paint to Sample (o PTS, para los pijos del mundillo): una opción pensada para clientes que creen que el color de serie es para conformistas. O peor, para pobres.
La idea suena bien (el coche en el color exacto que tú elijas), pero como todo lo que suena demasiado bien en el mundo del automóvil, viene con asteriscos, retrasos, pruebas químicas, y un buen sablazo final en la factura. Bienvenido al Paint to Sample, donde el ego es el límite y el color es solo la excusa.
Una receta complicada (aunque te lo vendan como magia)

Conseguir que un Porsche salga pintado en un color inventado por un cliente no es cosa de darle a un botecito distinto. Es un proceso largo, caro y con mucho margen para que algo salga mal. Por eso lo hacen solo en Zuffenhausen (la planta principal), donde tienen la colección de muestras más absurda del mundo: desde tonos históricos hasta inventos cromáticos imposibles. Allí, un grupo de técnicos mezcla los componentes al milímetro y prepara dos versiones de cada lote: una para la carrocería y otra para las piezas de adorno.
¿El motivo? No todo el coche es del mismo material. Un Porsche 911 puede llevar aluminio, fibra de vidrio, plásticos varios y hasta carbono. Cada uno necesita su propia formulación para que, al final, parezca que el coche tiene un solo color (y no cuatro que se parecen). Por eso no vale solo con que “quede bonito”. Tiene que resistir, brillar igual en todas las piezas y aguantar el paso del tiempo sin mutar.
Para comprobarlo, pintan unas piezas de prueba llamadas muestras por lotes. Se meten en un chisme llamado Wetter-o-Meter, que no es una coña, sino un simulador de clima donde las fríen con luz ultravioleta durante 3.200 horas (el equivalente a un año en Florida, sin moverse del taller). Si el color sobrevive sin volverse mate, verde o triste, pasa a la siguiente fase.
También tienen que resistir impactos, fuego y sal. No es que Porsche espere que el cliente se meta en una tormenta de piedras mientras le tiran cubos de agua marina en llamas, pero las pruebas están ahí. Y si el color falla en alguna, se descarta, por muy bonito que quede en la tapa de un pintalabios.
Paint to Sample (el menú largo)

Aquí no hay que inventar nada. Porsche tiene una biblioteca de colores autorizados que han pasado ya todas las pruebas anteriores. Son tonos míticos (o directamente estrafalarios) que se usaban en los años 90 o en series limitadas. El Azul Marítimo, el Rosa Rubí o el Verde Menta, por ejemplo. Si quieres uno de esos, marcas la casilla en el configurador, pagas la fiesta y esperas tres meses más de lo normal.
El Paint to Sample básico ofrece unas 130 pinturas extra para los 718, 911 y Taycan. En Panamera, Macan y Cayenne la cosa se queda en 50 opciones más (menos glamour, menos colores raros, todo encaja). La idea es que el cliente se sienta exclusivo sin liarla mucho en producción.
No es lo más extremo del catálogo, pero sí lo bastante especial para que la gente te pregunte si el coche es “original” o si lo has repintado tú. Y por supuesto, al llevar un nombre histórico, puedes soltar el dato en cualquier semáforo (con suerte, alguien finge que le importa).
Eso sí, quien elija esta opción que no espere tener el coche en dos meses. Las pinturas especiales van en lote, se programan aparte y retrasan la entrega. No hay drama, pero conviene saberlo antes de firmar.
Paint to Sample Plus (si lo tuyo es el maximalismo)

Si lo de elegir entre 130 colores te parece aburrido, Paint to Sample Plus te deja hacer un Frankenstein cromático con lo que se te ocurra. ¿Tu Porsche en el mismo tono que una Vespa del 74, una maleta antigua o la sombra de ojos de tu pareja? Pues sí. Lo entregas en un concesionario oficial, lo mandan a Alemania y empieza el show.
Primero se analiza la muestra. Después, los técnicos de pintura desarrollan el color desde cero, partiendo de los pigmentos disponibles. No siempre es fácil: hay tonos que parecen uno bajo luz artificial y otro bajo el sol. El reto es que funcione en cualquier situación (y que no parezca que el coche cambia de color cada vez que pasas por un túnel).
Una vez aprobado el color, se prueba en carrocería y piezas accesorias. Se ajusta el grosor, la aplicación y el proceso de secado. Si todo encaja, se pinta una unidad de prueba completa. Y solo entonces se da el OK definitivo (y se le pone nombre al invento). Si falla, Porsche se come el coste del desarrollo, pero tú te quedas sin el coche berenjena satinado.
La broma puede tardar hasta nueve meses. No es para impacientes ni para indecisos. Pero si todo sale bien, el resultado es un Porsche único, que no lleva ni el CEO de la marca. Otra cosa es que eso importe de verdad o que se note al pasar por delante del bar.
¿Capricho, inversión o puro ego?
El Paint to Sample no mejora el motor, ni el chasis, ni hace el coche más rápido. Es pura apariencia, puro ego y puro gasto. Pero vivimos en una época en la que eso vende. Y aunque desde fuera parezca una chorrada (que lo es), el mercado coleccionista está empezando a valorar según el color tanto como por la versión o los kilómetros. Un GT3 en Viper Green vale más que otro blanco. No porque sea mejor, sino porque hay menos.
Así que sí, el Paint to Sample puede parecer la cosa más superficial del catálogo de Porsche (y lo es), pero también es una forma de dejar tu firma sin tener que tunear el coche como un personaje de Need for Speed. Y en los tiempos que corren, eso ya es bastante.
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.