“Construiré un automóvil para la gran multitud. Será lo suficientemente grande para la familia, pero lo suficientemente pequeño para que un individuo lo pueda conducir y cuidar. Se construirá con los mejores materiales, por los mejores hombres que se puedan contratar, siguiendo los diseños más simples que la ingeniería moderna pueda concebir. Pero su precio será tan bajo que ningún hombre con un buen salario será incapaz de tener uno, y disfrutar con su familia de la bendición de horas de placer en los grandiosos espacios abiertos de Dios”.
— Henry Ford
Hoy nos metemos de lleno con una de las mayores leyendas de la historia del automóvil. Y no, no vamos a hablar de Ferrari ni de Lamborghini. Nos vamos a centrar en el coche que cambió el mundo para siempre: el Model T de Henry Ford.
“Voy a hacer un coche para el currante de a pie”, soltó Henry Ford un día, y vaya si lo hizo. La verdad es que nosotros siempre hemos pensado que se le ocurrió la idea después de que algún trabajador llegara tarde por enésima vez a la fábrica con la excusa de que vivía lejos.
Seguro que Henry Ford se hartó y pensó: “¿Que vives lejos? Pues toma coche, a ver si así dejas de dar por saco con las excusas”. Y así, entre cabreo y cabreo, el tío acabó revolucionando el mundo del motor.
La idea de Henry Ford que lo cambió todo
Situémonos: 1908. Mientras todos los fabricantes estaban a lo suyo haciendo coches para cuatro ricachones, Henry Ford estaba en su taller maquinando lo que vendría a ser el equivalente automovilístico a una navaja multiusos: el Model T.
El Motor del Model T era un diamante en bruto… O bruto a secas
Empecemos por el corazón de la bestia. ¿20 caballos os parecen pocos? A nosotros también, pero esperad a ver lo que conseguía hacer este pequeñín. Estamos hablando de un tetracilíndrico en línea de 2.9 litros que, aunque hoy en día cualquier utilitario le da mil vueltas, en su época era la leche en bote.
Os contamos el secreto: culata de hierro fundido, árbol de levas en cabeza y dos válvulas por cilindro. Todo refrigerado por agua, como Dios manda. Y aquí viene lo mejor: gastaba menos que un mechero. Hacía 21 kilómetros por litro, que hay coches modernos que ya quisieran.
La caja de cambios: Simple pero matona
Aquí viene lo bueno. Ford se quedó mirando las cajas de cambios de la época y debió pensar “menuda chorrada”. Se puso manos a la obra y lo que hizo fue crear un sistema de transmisión planetaria de dos velocidades tan simple que hasta nuestro vecino Manolo podría arreglarlo con una llave inglesa y dos dedos de frente. No era nada del otro mundo, pero funcionaba que te cagas.
El chasis era más flexible que una novia contorsionista
Y ahora viene lo que más nos flipa del Model T, y que seguramente muchos no sabéis: Ford diseñó el chasis para que fuera flexible a propósito. Sí, como lo oís. Mientras que ahora todos los fabricantes se dejan la vida haciendo chasis súper rígidos, Ford hizo justo lo contrario, y el tío tenía toda la razón del mundo.
¿Por qué? Pues porque en aquella época las carreteras eran más bien caminos de cabras. El chasis flexible permitía que el coche se retorciera cuando pillaba un bache. Era como tener una suspensión extra metida en los huesos del coche. Menuda cabeza, el Henry Ford este.
La carrocería era dura como el pan de ayer
La carrocería la hicieron de acero al vanadio, un material que el propio Henry Ford desarrolló porque, por lo visto, hacer coches no era suficiente reto. Nosotros hemos visto alguno de estos cacharros y os podemos asegurar que aguantaban más que las excusas de un mal pagador.
Los mandos: Un gimnasio sobre ruedas
Conducir un Model T era más complicado que hacer la declaración de la renta a mano. Necesitabas más extremidades que un pulpo para manejarlo. ¿Motor de arranque? Ni de coña. Aquí lo que había era una manivela que te podía dislocar el hombro si no tenías cuidado (es en serio, la expresión “cranky” en inglés viene de arrancar el coche).
Y el tema de los frenos… madre mía. Un pedal para las ruedas traseras y una palanca para las delanteras. Tenías que ser más coordinado que un batería de heavy metal para no liarla parda.
Cuando todo cambió
Mirad, el Model T no fue solo un coche más. Fue el principio de algo mucho más grande. De repente, la gente podía permitirse tener un coche. Podían vivir lejos del curro, visitar a la familia en otros pueblos, mudarse lejos de la suegra, y moverse con libertad sin tener que vender un riñón.
Los barrios crecieron, las carreteras se multiplicaron, y el mundo cambió para siempre, y todo gracias a un tío cabezota que se empeñó en hacer un coche para el pueblo llano.
Si no llega a ser por el humide T, no tendrías un Ferrari. Auque seguramente todavía no tengas un Ferrari… y tampoco un T. No pasa nada, también le debes la existencia de tu Seat Ibiza.
Para terminar…
El Model T fue el coche que le dio un tortazo a todo el sistema establecido. Henry Ford no solo fabricó un coche; creó una revolución sobre cuatro ruedas que le dijo al mundo: “Así es como se democratiza el automóvil, chúpate esa, Oldsmobile”.
Vale que tenía la potencia de un secador de pelo y que era más complicado de manejar que un móvil de
para tu padre, pero cambió el mundo para siempre. Y eso, amigos y amigas del motor, es lo que cuenta.
¿Qué os ha parecido?
Nosotros flipamos cada vez que investigamos sobre este coche. ¿Vosotros qué opináis? ¿Os habría molado tener uno? Dejadnos vuestros comentarios abajo y contadnos qué os parece esta joya de la historia del motor.
Y si os ha gustado el artículo, ya sabéis: compartidlo con vuestros colegas frikis de los coches. ¡Nos leemos en el próximo post!
Actualización: Si queréis ver un Model T en persona, os recordamos que hay uno expuesto en el Museo Nacional de la Ciencia y la Tecnología. ¡Vale la pena el viaje!
BONUS: Philomena Cunk da su opinión sobre el Model T de Henry Ford
Jose Manuel Miana es un culo inquieto amante del motor. Su filosofía es que nada es perfecto. Cuando no habla de coches, está aprendiendo sobre negocios y marketing.